Hola a tod@s, este lunes pudisteis descargar gratis Martina agitada, no revuelta y hoy, finalizo la semana con los dos primeros capítulos de Martina mezclada, no removida.
¡Feliz domingo!
1. He vuelto para quedarme.
Hola a todos mis lectores, ¿me
habéis echado de menos? Espero que sí porque si no esto no va a tener mucho
sentido. Si os sirve de algo yo sí que os he echado de menos a vosotros. Esta
complicidad que compartimos le pone encanto a mi vida, os lo confieso. ¿Qué
sería de mí sin estos momentos a solas frente a mi teclado compartiendo con
vosotros mis locuras?
Aprovecho este momento para
agradeceros los mensajes que me habéis dejado para animarme, para compartir
conmigo vuestras alegrías o pedirme que volviera a este mundo virtual. Lo
habéis conseguido, aquí estoy de nuevo.
El caso es que tenéis razón y ahora
que tengo mi vida sentimental solucionada, o en su defecto, por el buen camino:
he decidido intentar solucionar también la vida laboral, que de un tiempo a
estar parte no ha dejado de variar.

Retomando a Martina aunque ya no
está agitada, ni revuelta sino mezclada, no enredada, que el amor es lo que
tiene, nos cambia sin que nos demos cuenta. Y ¿qué queréis que os diga que no
sepáis todos ya? Que las mezclas a veces ofrecen los mejores sabores y que
enredada se vive muy bien.
Lo dicho, lectores y amigos, i´m back. Y solo añadiré, Divinity,
prepárate porque hay mucha Martina para ti y viene con ganas de llevarte al
huerto.
2. Soy la leche en polvo.
No sé qué les pasa a los hombres.
Las teorías más extendidas dicen que vienen de Marte y nosotras de Venus y,
visto lo visto, voy a empezar a creer que es cierto.
De acuerdo que soy una mujer
interesante, no voy a pecar de falsa modestia. Ya sabéis que no va conmigo,
pero el acoso al que me veo sometida por los hombres que me rodean, no tiene
sentido.
Después de todo soy la misma mujer
a la que le costó media vida encontrar al hombre de sus sueños, o en su defecto
del Metro y, no porque no fuera por la vida con los ojos abiertos como platos
sino porque inexplicablemente ellos no me veían a mí. Y ahora mi invisibilidad
se ha revertido por completo.
Según mi amiga Julia desde que
estoy con Alfonso me veo más guapa. Yo tengo otra teoría, estoy convencida de
que ahora me ven como la fruta prohibida que no pueden conseguir. Los hombres
me miran y piensan, qué mujer más
preciosa, seguro que tiene novio y no va a hacerme caso por mucho que la
piropee. Y tienen razón, bueno, casi. Porque qué mujer en el mundo se queda
indiferente ante un buen piropo y no hablo del tipo obrero:
¡Oye
nena! ¿Crees en el amor a primera vista, o voy a tener que pasar dos veces?
¡Guapa,
tengo el pene para partir almendras!
Ordinarieces no, por favor. Yo
hablo de frases que expresan sentimiento:
¿Le
importa si la miro durante un ratito? Quiero recordar su cara para mis sueños.
Esas que te dejan con la sonrisa en
los labios durante todo el día, aunque sea lunes. Y de las que, de un tiempo a
esta parte, me obsequian casi cada día. Si no fuera porque estoy enamorada…
La primera vez que experimenté este
fenómeno fue la primera vez que pisé mi nuevo trabajo. Cierto que al ser mi
primer día había tenido mucho cuidado con mi ropa: falda tubo y blusa lady,
pero ni siquiera eso justifica la actitud masculina. Si sois entendidos en moda
sabréis que la falda lápiz llega justo por debajo de la rodilla y que la blusa
te tapa hasta el cuello con un precioso lazo que tiene poco de sexy. Vamos, que
iba recatada a más no poder.
Y aun así, en cuanto mi jefe me
presentó a mis nuevos compañeros y me asignaron una mesa, una masa impaciente
de hombre se lanzó sobre mí cubriéndome por completo y, os aseguro que aunque
suene exagerado, es la pura verdad. Mi amiga Julia tuvo que hacerse hueco para
venir a saludarme y darme la bienvenida como corresponde. Lamentablemente mi
atractivo molestó un poco a mis compañeras, que me vieron como una fuerte rival
en el interés masculino de la redacción y, me costó un poco más ganármelas.
Siendo sincera, me costó seis
horas, todas comenzaron a adorarme cuando supieron que Alfonso Torres es mi
novio. Pero es comprensible, Alfonso es mucho Alfonso y Martina mucha Martina,
si es que somos la pareja ideal. Guapos, enamoradísimos y si mis planes no se
tuercen, famosísimos.
Pero vuelvo al tema, que es hablar
de mi chico y me desvío. Mi chico, qué bien suena eso, ¿verdad? ¡Qué bonito es
el amor!
¡Venga! Ya no digo más. Me centro a
la de tres: una, dos y tres.
El caso que aquí nos ocupa es que
desde que tengo pareja soy irresistible para los hombres. Lo que:
1) Me
asombra.
2) Me
encanta.
3) Me
molesta, porque X) estoy enamorada, pero no ciega.
Y) la
tentación es mucha.
¡Madre mía! Acabo de descubrir que
el amor es como una ecuación.
Si al final la clave va a estar en
despejar la incógnita, sea quien sea la tipa esa.
Aunque ahora lo que importa es mi
problema: ¿qué hago para que los hombres dejen de desearme? Jamás pensé que me
preocuparía por algo así. ¡Qué dura es la vida de una sex symbol! Tampoco es
que quiera que pasen de mí por completo sino que me hagan el caso justo para
que Alfonso comprenda que soy una perita en dulce para cualquier hombre y que
tiene que esforzarse por mantenerme contenta porque hay muchos hombres deseando
sustituirle… ¿Sabéis qué? Que tras mucho reflexionar (aproximadamente
setecientas palabras) he decidido que voy a quedarme como estoy. Después de
todo no es tan malo que los chicos te inviten a café, que todas las mañana te
digan lo guapa que estás, o que te miren con interés mientras tecleas tus
fabulosos consejos. Sí, decidido. Me quedo como estoy y que me quiten lo
bailado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Déjame tu opinión.
¡Gracias!